miércoles, 5 de julio de 2017

EN PUNTITAS

Su pequeña figura rompía el paisaje bicolor del cielo de París. Los colores sangrientos del atardecer trastocaban su silueta oscura que saltaba de techo en techo en los tejados de la ciudad luz.

Sus largos cabellos negros flotaban en el aire con un tiempo retrasado. Se movían lentamente, más lento que el mismo aire que agitaba los transparentes tules de su ropa oscura como el ébano.

En su mente dañada y rota un violín resonaba perpetuo.  Sus notas le hablaban de sangre y hambre, de deseo y muerte.

En puntitas bailaba sobre las rojas tejas de Paris, al fondo, las formas de la Torre Eiffel y Notre Dame adornaban el horizonte sombrío.

El recuerdo de la vida la invadía en su baile sin rumbo, las remembranzas de sus actos que la habían llevado al limbo eterno de donde se escapaba cada luna roja, la hacían danzar frenética esperando, deseando, buscando.

Buscaba niños, pequeños bastardos sin padres, querubines abandonados a su suerte, infantes olvidados por la vida, perdidos, sin destino. ¿Quién más que ella para mecerlos en su seno?¿Quién más que ella para tomar su último aliento? ¿Para absorberlo inhalándolo?¿Quién más que ella para susurrar las más dulces palabras y canciones infantiles antes de cubrir con sus largos dedos sus finos cuellitos y retorcerlos hasta que, en un acto de cruel generosidad, se quebraran hasta la muerte?

Su cuerpo ya se pudría en aquella fosa sin nombre, olvidada por los hombres, despreciada por las mujeres, odiada por las madres. Pero solo aprisionaron su cuerpo, lo flagelaron, lo mutilaron, lo castigaron por la generosidad de sus actos con los huérfanos. Jueces inclementes e ignorantes de su magnificencia que la condenaron.

Pero su alma no fue atada, el príncipe de las tinieblas le soltaba el hilo rojo atado a su tobillo con cadenas ardientes cada luna sangrienta.

Era su recompensa por ser tan fiel seguidora.

De un salto bajó del tejado al adoquín de la calle que frío esperaba su pisada; a unos metros, la puerta del orfanato entreabierta iluminaba la vereda con un fino haz de luz.


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